Jóvenes, educación y medios de comunicación
Por Maria Florencia Rossaro
El siglo XXI trajo aparejado consigo el desarrollo de nuevas tecnologías, sobre todo, en el campo de los medios de comunicación masivos. A los ya tradicionales como la prensa, la radio, el cine y la televisión, ahora se suman internet y el perfeccionamiento de aquéllos, así como los medios de comunicación interpersonal como la telefonía celular, los sistemas inalámbricos, el correo electrónico, entre otros. Todo ello, sumido en un proceso de globalización que disemina fronteras, que hace que “todo esté al alcance de la mano”, dicho en términos de Friedman, el mundo ya no es redondo, sino que es plano. Ya no hay fronteras, no hay límites definidos, las relaciones se dan en cualquier tiempo y espacio.En tal sentido, convivimos inmersos en un proceso de constante cambio, de fluidez y aceleración de las relaciones interculturales e interpersonales, donde la diversidad se impregna en lo cotidiano, donde se brega por valores universales, por un multiculturalismo que se hace sentir abogando por el respeto a las distintas costumbres, pensamientos, un mundo donde se pretende lograr una convivencia entre distintos, sin que nadie vea limitadas sus libertades.Es necesario no desconocer este contexto para ahora adentrarnos a la cuestión específica que nos ocupa en este artículo: ¿cómo influye esta nueva configuración del mundo en los jóvenes?; ¿cómo enfrentan el aluvión de información al que se enfrentan? ¿qué rol tiene la educación para ayudarlos a manejar la calidad y cantidad de la información?.
Los jóvenes frente a los medios de comunicación
Como se ha mencionado anteriormente, los desarrollos tecnológicos vinieron de la mano con un incremento –en cantidad y calidad- de los medios de comunicación y, a su vez, éstos tomaron una relevancia mayor en los distintos aspectos de la vida. Su función ya no es la de meros comunicadores, sino, tal y como se los suele denominar, son formadores de opinión. Son varios y diversos los estudios acerca de los efectos de los medios en el público. Uno de ellos, es el de Agenda Setting, según el cual los medios son altamente eficaces a la hora de decirle al público en qué pensar. Pero, asimismo, posteriores investigaciones infieren que, además de ser eficaces para decirle al público en qué pensar, también lo son para influir en el público en cómo pensar.A partir de lo establecido, nos interesa reflexionar acerca de cómo se vinculan los jóvenes con los medios, con los mensajes y con la información que éstos transmiten. Es sabido que las nuevas generaciones prácticamente conviven desde su nacimiento con el televisor, la computadora, el teléfono celular, etc. En tal sentido, ya tempranamente se ven expuestos a estos medios de comunicación, lo que, en términos de Sartori, podríamos denominar videoniño. Así, cabe preguntarse: ¿cuál es la capacidad de los jóvenes para discernir entre informaciones valiosas y no, entre objetividad y subjetividad? ¿En qué forma los medios influyen en el modo en que se comportan y encaran sus vidas?En los primeros años de vida y durante la adolescencia el carácter de las personas se va configurando. Es el período en que van aprendiendo e incorporando valores, modos de vida, conocimientos, etc. Es el período en que son como una esponja que absorbe los parámetros básicos de formación. Antiguamente, la familia, la escuela y las organizaciones religiosas cumplían ese rol de modo casi indiscutible y primordial. Hoy, sin embargo, la situación ha cambiado. Con una estructura familiar ya no tradicional y que va mutando y una escuela desprestigiada y ya no reconocida como ámbito de saber por excelencia, sumado a la alta exposición de niños y jóvenes a los medios de comunicación y nuevas tecnologías, esos primeros valores y parámetros hoy parecerían provenir más de una publicidad de ropa que de la familia o la escuela.Al parecer, podría pensarse que los jóvenes van formando sus opiniones en base a mensajes e información que reciben como verdadera, transmitida desde algo externo y ajeno a ellos, y que, como se dijo, la asimilan como verdadera simplemente por ello. Además, la capacidad y el alcance mundial de los medios, les permite configurar su personalidad de acuerdo a la cultura o modo de vida que vean más cercano a sus intereses e ir vinculándose a grupos con los que crean comparten algo común, más allá de que coexistan o no en el mismo espacio geográfico o, incluso temporal.Por Maria Florencia Rossaro
El siglo XXI trajo aparejado consigo el desarrollo de nuevas tecnologías, sobre todo, en el campo de los medios de comunicación masivos. A los ya tradicionales como la prensa, la radio, el cine y la televisión, ahora se suman internet y el perfeccionamiento de aquéllos, así como los medios de comunicación interpersonal como la telefonía celular, los sistemas inalámbricos, el correo electrónico, entre otros. Todo ello, sumido en un proceso de globalización que disemina fronteras, que hace que “todo esté al alcance de la mano”, dicho en términos de Friedman, el mundo ya no es redondo, sino que es plano. Ya no hay fronteras, no hay límites definidos, las relaciones se dan en cualquier tiempo y espacio.En tal sentido, convivimos inmersos en un proceso de constante cambio, de fluidez y aceleración de las relaciones interculturales e interpersonales, donde la diversidad se impregna en lo cotidiano, donde se brega por valores universales, por un multiculturalismo que se hace sentir abogando por el respeto a las distintas costumbres, pensamientos, un mundo donde se pretende lograr una convivencia entre distintos, sin que nadie vea limitadas sus libertades.Es necesario no desconocer este contexto para ahora adentrarnos a la cuestión específica que nos ocupa en este artículo: ¿cómo influye esta nueva configuración del mundo en los jóvenes?; ¿cómo enfrentan el aluvión de información al que se enfrentan? ¿qué rol tiene la educación para ayudarlos a manejar la calidad y cantidad de la información?.
Los jóvenes frente a los medios de comunicación
Así, vislumbramos en la sociedad de hoy, muchas veces con sólo salir a la calle y observar, jóvenes cada vez más homogéneos, cuyas personalidades en vez de definirse se entremezclan con algún estereotipo elegido o impuesto, en general proveniente de alguna publicidad de ropa, productos de moda, de alguna cadena de Emails por internet, etc. Encontramos jóvenes que se sienten más integrados cuanto más parecidos son a modelos determinados, que siguen una tendencia, cuya popularidad o integración se mide por la cantidad de firmas en un blog o fotolog . Nos encontramos con una juventud cuyas relaciones interpersonales se dan básicamente mediante la computadora o los mensajes de texto, donde las palabras se pierden y se transforman en símbolos o códigos que marcan la línea entre el que está in y el que está out, y al mismo tiempo, configuran una nueva forma de hablar y de comunicarse que, muchas veces, se aprende e incorpora antes que las palabras mismas. Hecho que, muchas veces, genera falta o mala comprensión de los mensajes, los que trae consigo el posterior desentendimiento del tema por falta precisamente, de entendimiento (como no entiendo lo que me quieren decir, no le presto atención o lo tomo como que “es así”).De este modo, el léxico utilizado es cada vez más pobre, sumado al hecho de que el hábito de la lectura es casi inexistente, ya que la mayor parte de la información que se recibe y asimila proviene de medios audiovisuales. Así, nos encontramos frente a una juventud en su mayoría receptora acrítica de mensajes y de información que les es transmitida desde medios externos o ajenos a su control, medios que influyen en la formación de las personalidades de los mismos, les crean usos y costumbres, convirtiéndolos en meros consumistas, no sólo de información, sino también de ideas y opiniones.
La educación: El desafío de enseñar a pensar
Hasta ahora hemos venido reflexionando acerca de cómo y cuál es la relación que mantienen los jóvenes frente a los medios masivos de comunicación, en este mundo globalizado y en constante desarrollo de nuevas tecnologías. Advertimos que la situación parece marcar una serie de nuevas generaciones cuya capacidad de pensamiento crítico está cooptado por el aluvión de información, mensajes e ideas que provienen de los medios a los cuales se exponen una elevada cantidad de horas diarias.Pero, ¿cuál es el rol de la educación frente a esta situación? O, reformulando el interrogante, ¿la educación es la herramienta que permitiría a los jóvenes aprender a pensar críticamente? Efectivamente, fuera de la educación brindada a los niños y jóvenes por su seno familiar, la educación denominada formal, debería ser el ámbito donde los jóvenes pudiesen aprender a pensar, a analizar, adquirieran las herramientas necesarias para poder discernir entre una buena y una mala información, a leer entre líneas, a interpretar la realidad y formar sus propias opiniones al respecto.Sin embargo, esta educación informal no debería estar disociada de los avances tecnológicos. Debería aggiornarse, tomar las potencialidades de aquéllos para enriquecer y fortalecer la calidad educativa. De nada serviría prohibirles a los jóvenes buscar información en internet en vez de en algún libro. Lo que se necesita, es que la escuela les enseñe a discernir entre qué información es confiable y cuál otra no. Que aprendan a formar opiniones en base a toda esa información a la que pueden acceder.Las nuevas tecnologías y los medios de comunicación nos permiten acceder a una mayor cantidad de información sin importar las distancias. Favorecen poseer un material actualizado, obtener mayor cantidad de versiones acerca de un determinado tema, entre otros tantos beneficios. En tal sentido, a la hora de educar, no deben desconocerse estas herramientas, sino todo lo contrario. Debería fomentarse su buen uso para permitir a los jóvenes pensar y llegar a sus propias conclusiones, formar sus propias opiniones. En suma, los medios actualmente, sobre todo internet, permiten compartir y buscar adeptos a nuestras ideas. De este modo, debería incentivarse a los jóvenes a formular ideas creativas, proyectos, los cuales puedan compartir y enriquecer aprovechando las ventajas y las posibilidades tecnológicas con las que cuentan.Así, las nuevas tecnologías y los medios de comunicación no son los “herejes” de la educación, sino por el contrario, son complementos que contribuyen a enriquecer y mejorar la misma. Los jóvenes y las nuevas generaciones que prácticamente nacieron con ellos, los incorporan como algo natural, cotidiano, casi como si siempre hubiera habido teléfono, internet, etc. Cabe decir entonces, que al momento de educar, no debe descuidarse esta realidad y debería hacerse hincapié, no sólo en los programas de lecciones básicos, sino en el hecho de que lo que se necesitan formar son jóvenes pensantes con capacidad crítica para hacer frente a ese aluvión de mensajes e información que reciben a diario.
Observaciones finales A lo largo del presente artículo se ha tratado de mostrar una de las tantas realidades por las que atraviesa la juventud de hoy. Hemos visto su elevada exposición a los medios, sus nuevas tendencias, su relación con el mundo globalizado y cambiante y en incremento de la falta de capacidad de pensamiento crítico frente a todo ello. Se ha destacado el rol fundamental, luego del de la familia, de la escuela como establecimiento de educación formal, no sólo para enseñarles a utilizar las herramientas, sino también para enseñarles a pensar, a formar opiniones a partir del análisis de datos, a discernir, en definitiva, a pensar en un sentido amplio de la palabra.En este espacio, lo que se pretendió mostrar y plantear es un tema más de los tantos que ocupan nuestros debates actualmente. Consideramos que esta falta de pensamiento crítico que signa a la mayoría de la juventud de hoy es un aspecto relevante de la vida social, y clave para el desarrollo futuro. Como suele decirse, los jóvenes de hoy, son el futuro del mañana, por lo que, en tal sentido, creemos pertinente la inclusión de este tema en la agenda de discusiones, para aportar, cada uno desde su propio espacio, ideas y soluciones para esta problemática.
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